Una periodista, LDT, de El Universal, invita por estos días a convocar a nuestra mente imágenes surrealistas con esta nota de página roja —sección que, nunca aclarado de manera más oportuna, leo como primera cosa en la mañana, prácticamente cuando me desayuno.
Analizando el pelón, imagino su origen en la intromisión de algún programa informático de corrección, pero esto no me tranquiliza del todo (¿qué palabra corrigió, después de todo, el software? ¿sereales? ¿O fue ceriales?).
De cualquier manera, agradezco el tropezón mental que me provocó, porque me hizo recordar una serie de cómics de la que leí en los tiempos de apartado postal en Miami e importación a mansalva de libros, cedés y revistas. La trama iba de un misterioso asesino que estaba eliminando, uno a uno, a todos los personajes protagonistas de las cajas de cereal (el Tigre Tony, Sam el Tucán, por ejemplo). No logré encontrar imágenes de esa serie, pero encontré otra de un cómic de tema similar, que reproduzco: Cereal Killers de Kreepsville Industries, una serie enajenada de reinterpretaciones horripilantes de los caracteres de las cajas de desayuno.
martes, 12 de diciembre de 2006
martes, 21 de noviembre de 2006
Estampa céntrica
El tipo sale de la licorería de la esquina con cuatro cervezas frías, dos en cada mano, las botellas colgando de entre sus dedos por los picos. El pelo a pinchos negro deja entrever el cráneo brillante, tal vez por el sudor que también le baja por la frente y se adivina bajo la franelilla blanca, holgada y por fuera de un pantalón azul oscuro que completan una figura baja, rechoncha y joven. Su mirada baja, su expresión de diligencia hecha, de encargo cumplido, de que le toca una de las cuatro y de que se la merece porque hay que ver lo que es trabajar con esa pepa 'e sol.
Es martes por la tarde, y ese sol rabioso hace que el líquido dorado brille entre las personas que a esa hora se apuran de aquí allá, en sus quehaceres de hora y día de trabajo, y se le cruzan al tipo sin verlo, o tal vez echándole un rápido vistazo de disimulada envidia.
De tras el kiosko blanco de periódicos que está a pocos pasos de la licorería se desprende un chamo delgado, la cara quinceañera un terreno fértil del acné, pantalón también azul oscuro, chemise celeste de uniforme liceísta, el paso apurado hasta sincronizarlo con el del tipo, junto a quien abre su morral negro y harapiento, como enseñándole el escaso contenido. El tipo, que ya no parece tan tipo y que ahora suelta una mueca de socarrona risa adolescente idéntica a la de su amigo, mete en un solo movimiento ambas manos en el morral, como clavando cuatro banderillas cristalinas y frías en la piel de un torro con cierre en el lomo, y en un acto de magia barata las manos salen con un bulto celeste entre ellas: la chemise del uniforme que en un instante lo igualará al quinceañero, tan pronto se la encaje en tres rápidos movimientos, no sin antes pasársela rápido por la frente para enjugar unas gotas del sudor tal vez producido por la rápida jugada o tal vez por el calor que, en la plaza cruzando la avenida, aliviarán ya de otra manera, como se lo merecen bajo esa pepa 'e sol.
martes, 7 de noviembre de 2006
Serio y responsable puede ser...
...y muy seguro de sí, también, que se dijo: así me suena, así se debe escribir... Además, tal vez "Tabiquería" o "Láminas de yeso" era muy largo, o no parecía tan especializado, era muy no sé... ordinary.
¡Ah, el traicionero inglés! ¿O tal vez soy yo, que no conozco todas las variedades de lana existentes en el mercado?
¡Ah, el traicionero inglés! ¿O tal vez soy yo, que no conozco todas las variedades de lana existentes en el mercado?
¡¡¡Pero lo sigues haciendo, bestia...!!!
He recortado este aviso ya varias veces, diciéndome: Voy a llamar.
Lo dejo por ahí olvidado, pensando que tal vez alguien ya se dio cuenta y mandó cambiarlo. Pero a los días aparece de nuevo...
Tendré que llamar.
Podría decirle a quien conteste: Necesito que me ayuden con mi adicción: "Ya no puedo más... Tengo un grave problema, no puedo dejar de pensar en... ¡Sintaxis! ¡En frases bien escritas, con todos sus elementos! ¡Es horrible, ayúdenme...!" No, no, tal vez me colgarían el teléfono sin prestarme atención.
Tal vez intentar un acercamiento más pedagógico: pedirle que, en voz alta, sustituya "hacer" por, pongamos, "realizar", "cometer"... "pensar", a ver si la boca misma no le ayuda metiendo por ahí la partícula que falta, la proposicioncita que se comieron, a la que quizá se volvieron adictos.
Ah, y más abajo, en letras pequeñas: "En Hovin entendemos, tu situación y podemos ayudarte." O sea: Sabemos que ustedes los adictos se suelen quedar sin aliento: te atravesamos una coma entre sujeto y predicado para que descanses. Así somos de considerados.
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